Diez y media de la noche. En medio del horario premium del canal RCN, en la pausa publicitaria de la telenovela de Marbelle (a la que de muy buena gana se le podría dedicar uno de esos artículos de decepción frente a la televisión colombiana), se cruzó una pauta que publicitaba la película “Sin Tetas No Hay Paraíso”.
Retrataré de manera escueta lo que aparece en la pantalla:
Una gruesa voz en off dice con solemnidad: “¿Por qué todos los colombianos están yendo a ver la película de Sin tetas no hay paraíso?”. Una mujer corriente (corriente por lo pobre de su comentario de espectador cotidiano) parada frente a la sala de alguno de los cinemas multiplex de Cine Colombia: “Yo vi la película y me impactó” (jump cut) “Por la escena esa de… de la operación” (jump cut) “…y por las escenas de intimidad… de la chica…” (jump cut) “…son unas escenas muy fuertes…” (corte a negro). (Letras blancas) “Sin tetas no hay paraíso, véala en su cine más cercano”.Esto es la desventura del cine colombiano. Otrora los publicistas solían ser más discretos. Escondían hasta la proyección de la película el secreto de su único atractivo. Los espectadores salían de la sala comentando acerca de uno o dos pares de tetas, que acababan de ver en la pantalla, y ellos mismos se encargaban de difundirlo entre la muchedumbre: “…viejo Harold, pues… es aburridísima, para qué le digo mentiras… pero como a la mitad de la película esta niña, la protagonista, se empelota ¡y eso, qué no se le ve! muestra hasta el apellido”
Así, uno a uno, los espectadores deseosos, compraban la boleta a sabiendas de que la película no tenía mayor gracia que una atractiva actriz enseñando las tetas o las nalgas a cámara.

Hace un par de horas, a punto de entrar a ver “La Sociedad del Semáforo”, vi junto a la taquilla, un poster de “Sin tetas no hay paraíso”, encima de una fotografía en collage de todos los actores (como si no hubiera algo más estético para mostrar en un afiche) hay una frase contundente que pone: “Lo que no pudo ver en T.V.”. Esto es una bofetada contundente e irrespetuosa a los pocos espectadores que aún siguen yendo a las salas a comprar historias y narraciones.
Impotentes por la imposibilidad de mostrar tetas en televisión, tenían que encontrar una alternativa para capturar esa infinidad de televidentes que quieren ver más y están dispuestos a pagar por ello, y que además, es el grueso de la población. Estos magnates del audiovisual han explotado al más alto grado la “Novela” que alguna vez escribió Gustavo Bolívar. Y sin bastarles con las millonarias ventas en libros debidas al morbo que el narcotráfico alimenta en los colombianos, ni con la venta de los derechos de la telenovela para España, Estados Unidos y otros países, decidieron emprender la realización de una película.
El simpático librito light de putas y mafiosos llega a la pantalla grande, y se da el lujo de decir sin tapujos en televisión, que el cine nacional ya no es fotografía, ni música ni narración. El cine colombiano ahora vale, pero por sus tetas.
septiembre de 2010
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