Mi vida ha sido buena, no ha sido fácil, pero tampoco ha sido una vida realmente tormentosa. Si muero mañana estén tranquilos que he vivido bien. He tenido algunos afanes en el amor, sí, profundos; pero no he vivido una vida de mártir. El amor me ha dado grandes alegrías y placeres en medio de todo.
Ha estado bien mi cuerpo, moreno y fuerte, salió de buena calidad en general y no me ha dado mayores contratiempos fuera de un par de crisis asmáticas en la infancia temprana. Hay una mujer que amo y que me ama. He dado con grandes amigos y me he sentido querido a lo largo de los años, mi familia ha estado unida y no ha soportado tragedias infernales. Mis padres y yo seguimos juntos y amándonos en nuestra particular manera, para siempre. La economía, aunque inestable como sucede en la clase media emergente teusaquilluna, se ha portado de manera afable. He podido visitar muchos lugares en Colombia, cerca de 63 entre ciudades y municipios, conocí varios países, más de los que habría imaginado, 12 para ser preciso, en tres continentes. Algunos de ellos viviendo el amor y otros tantos de la mano de la música y mis amigos, ¿qué más podría pedir?
Además de Bogotá, estudié en Medellín y Buenos Aires, dos ciudades de las que quedé eternamente enamorado y que me dejaron amigos y recuerdos. Los proyectos y el trabajo, aunque aún no son plenitud absoluta, pues el artista nunca termina de alcanzar su próxima meta cuando es ambicioso, me han dejado crear cierta obra profesional, estudiar algunas disciplinas y percibir unos centavos que he invertido en nutrir mi equipo de trabajo, viajar por el mundo, pagar un par de facturas y compartir con aquellos que quiero. Tuve una banda de rock y toqué música en Francia frente a 8.000 espectadores, salí varias veces en televisión, gané un concurso nacional de cuento frente a 39.000 participantes, tuve cerca de 300 alumnos con los que produjimos unos 28 cortometrajes, escribí varias reseñas en una revista de cine, rodé un videoclip en China, amé varias veces y escuché muchas canciones de rock, de música tropical, de salsa. He vivido el día en las ciudades haciendo fotografías, nadando en el mar o en las piscinas, corriendo por la calle o dictando clases temprano en la mañana, y he vivido la noche deambulando por los andenes, editando videos, bebiendo unas copas con amigos y bailando salsa en cualquier antro de cualquier ciudad hasta que amanece y salgo a quemar las últimas gotas de energía que me quedan. Dibujé, tuve sexo, comí delicias culinarias. Hice cuatro aretes y un tatuaje en mi cuerpo. He ido a ciertos límites y he regresado a salvo.
Esto no es la carta de un suicida ni muchísimo menos, hoy me queda el 62% de la vida según mis planes, pero si tal como en las películas, me cae un piano o una vaca repentinamente sobre la cabeza, quédense tranquilos que la pasé muy bien.
Diciembre 28 de 2017.
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