Sentada en la mesita de su cocina en algún lugar del mundo,
una mujer decide ver una película. Mira por la ventana y ve que afuera llueve.
Se sienta frente a su computadora, revisa rápidamente un listado de sus directores
favoritos y hace un par de clicks que la conducen a un portal gratuito de
películas en línea. Cuatro minutos después, esta misma mujer se encuentra viendo
un estreno exclusivo en una sala de cine, con pantalla más pequeña, pero donde
nadie tose, no debe pagar boleto de entrada, le permiten beber whiskey y puede
levantarse al baño cada vez que le da la gana.


Por estos días, se abalanza sobre nosotros con las fauces
amenazantes, una inaudita y desenfrenada transformación en la forma de ver el
cine, y por tanto en su público, en su modelo de producción, y en sus alcances.
Yo siempre me resistí a pensar que las nuevas tecnologías y los dispositivos
móviles podrían convertir las casas en pequeñas salas de cine equipadas para
recibir cualquier filme de última generación, pero caminando ensimismado y con
las manos en los bolsillos, me preguntaba si en verdad, el cine de pantalla
gigante está condenado a la extinción.
Durante los últimos años me convertí en un acérrimo detractor
de quienes no van a las salas, porque las tienen en sus pantallas portátiles de
alta definición, en las sillas de sus automóviles o en los televisores de sus habitaciones;
y defendía con garras y dentelladas una idea implacable: El cine está creado
para ser visto en salas de cine, en pantalla gigante y con sonido abrazador, es
un espectáculo de masas que se apoya en algunos poderosos recursos visuales y
sonoros que las pequeñas pantallas de televisión con sus colores trocados y sus
limitados altoparlantes no podían tener.
(Silencio)
(…Pequeño suspiro melancólico)

!Pero si hoy, los novedosos equipos de sonido con sistema surround 5.1 han convertido muchas casas en salas que no mucho tendrían que envidiarle a un multiplex con tecnología de punta! ¡La altísima definición de las pantallas y las amplias colecciones fílmicas de la creciente red cibernética han alcanzado miles y miles de títulos y series en línea subtitulados en todos los idiomas!
Yo empiezo
a sentir miedo.
No develo el futuro con mis palabras, y quizá siembro más
inquietudes que certezas. Tampoco quiero saber qué pasará en algunos años con
las grandes proyecciones de cine; pero aún siento un fresco soplo de alivio
cuando acudo a una sala, me zambullo en mi silla y abro los ojos para que me
devore la pantalla gigante: una que muestra las historias en dimensiones tan
inmensas, que ni el más sofisticado de los televisores las podrá alcanzar
jamás.
Si algún día los mil demonios del tártaro deciden que la
proyección sobre la gran pantalla se extinga como los dinosaurios o las
discotiendas, le contaremos a los chicuelos que el cine era como el display
táctil de sus smartphones, pero sin lo táctil, con 9 metros de altura y con
infinitos relatos deslumbrantes.