
Lo que presencié hoy fue un descalabro
fílmico profundamente desafortunado para todos sus participantes visibles, “El
Paseo 2” no es más que una seguidilla de fragmentos inconexos, ligados por
transiciones genéricas, y sin una línea narrativa existente. Algo así como una
revista de Condorito, sólo que en la revista hallamos la dosis de humor que Trompetero
y Dago no lograron inyectar en su película. Incautamente creía yo, que “El
Paseo 1” era el cúlmen de la infamia fílmica de este pueblo. Me volví a
equivocar, “El Paseo 2” la supera exponencialmente (quizá es una fórmula filmico-matemática
en que el número de la cinta, significa la potencia inversa a la que se eleva
su calidad narrativa).
Ni Dago ni Trompetero, ni Julio César
Herrera se salvaron. Nadie escapó, ni siquiera Bomba Estéreo (la banda sonora) con su sabor
atlántico y su creciente éxito, se pudo esconder de la catástrofe
cinematográfica que hoy se estrenó con bombos y serpentinas en todas las salas
del país. Trompetero hizo esta vez, un filme que no pude catalogar más que como
“perezoso”: Una propuesta sin ganas de mucho, sin alguna exploración visual,
sin un intento notable de mostrarse interesante (y no hablo desde la exigencia
de una trama profunda, hablo de la mera forma de hacer un cine narrativamente limpio).
Es válido hacer cine ligero, (léase el artículo “Seminario de cine frívolo” de
este mismo autor), lo que no es aceptable, es hacerlo sin ganas y conformarse
con un resultado elemental.


No conozco el monto invertido en la
producción (que por cierto no se preocupa en maquillar con la mínima delicadeza
la pauta publicitaria de un sinnúmero de hoteles, bares y casinos, que se
muestra de manera descarada a lo largo del film); pero me atrevo a pensar que "el
paseo" fue más bien para Dago y sus amigos, que compraron algunas cervezas y se
las bebieron sosegados junto al mar cartagenero, mientras Trompetero armaba
planimetría, diálogos y plan de rodaje sobre la marcha zarandeando en su mano
un whisky “on de rocs”.
Al final de la película, un texto reza sin recato : “Esta película fue
realizada con los estímulos del FONDO PARA EL DESARROLLO CINEMATOGRÁFICO establecidos por la ley tal tal y tal…”, y yo me pregunto: ¿dónde está la
transparencia de una entidad mixta que se ha caracterizado por el impulso a los
mejores proyectos audiovisuales del país? ¡Ahora sí nos llevó el carajo!
Pero basta ya de maldiciones y burlas, no
resulte éste siendo un exorcismo inspirador de mala fe en el cine colombiano.
Que sea esto más bien, un inmenso baldado de agua helada para el público y la
industria fílmica de nuestro país. El señor Dago García no tiene la culpa de
querer tomarse unos aguardientes junto al mar, tampoco Harold Trompetero de haber
olvidado el guion en su casa, ni Caracol de querer hacer una inmensa pauta
publicitaria de noventa minutos, esos son sus trabajos a fin de cuentas. La
culpa es nuestra por asistir como borregos cegados a los cines. Mientras en
Avenida Chile se proyectaba en sala semi-vacía “Las Mujeres del Sexto piso” una
de las mejores películas del año; yo llegué confiado a ver “El Paseo 2” una hora
antes de la función de 6:50, para descubrir con sorpresa y horror, que la
boletería estaba agotada por completo y la fila para ver a Leguízamo en
calzoncillos se perdía escaleras abajo. Compré entonces, boletos para las 8:50
y me senté a esperar con ansias el momento de ver la nueva obra del cine colombiano.
Para cuando salga “El Paseo 3” me llevaré
una carpa, un sleeping, dos sánduches y acamparé junto a la taquilla la noche
previa al estreno, no me vayan a quitar mi boleto esos trogloditas espectadores
de nuestro adolorido cine nacional.