jueves, 11 de junio de 2015

Gente de Bien me hizo sentir incómodo (Nicolás Cuervo)

En su última película Franco Lolli nos presenta personajes reales. Y eso a los espectadores, nos incomoda. Nos da rasquiña.


Nos muestra una historia sin vertiginosos periplos, sin héroes ni grandes cambios de fortuna. Nos muestra una historia elemental, limpia, sin arandelas ni adornos. Una película apoyada en la impecable dirección de actores y la actuación excelente, sin pretensiones. 
Los personajes de Gente de Bien son tan cercanos que nos enternecen y nos hacen sentir cariño, pero también vergüenza de nosotros mismos, de ser pobres que odian a ricos y ricos que odian a pobres.

Ya Víctor Gaviria había hecho un gran trabajo contando historias de cotidianidades reales, de espacios y seres tangibles, pero en Medellín. No hablemos pendejadas, yo nací en Bogotá y jamás había visto unos bogotanos tan bien contados: tan fríos y rabiosos, tan solapados y tan despiadados que parecen de verdad.

Hoy en el cine vi un relato sublime. Y allí, una triste ciudad partida en dos pedazos que se tienen miedo y rabia uno a otro porque no se conocen, porque desde pequeños aprendieron a perpetuar la diferencia, a pelar los colmillos cuando se les acercan. Una Bogotá con una raja por la mitad que queremos meter bajo la alfombra, pero que cuando nos sentamos frente a la pantalla se revela tan nítida y profunda que los espectadores se mueven incómodos en su silla, y carraspean sin saber si reírse del humor delicado y natural de la historia, o esconder la cara entre las manos y salir rápido de la sala a coger un taxi sin que nadie los vea.




jueves, 14 de mayo de 2015

Instrucciones para bautizar un hijo en 2015

Es claro que asistimos por estos días a la verdadera revolución de lo vintage. Podemos hallar en las corrientes estéticas de los jóvenes de nuestra generación (década de los 80’s que todavía, pero no por mucho tiempo, serán considerados jóvenes) un sinnúmero de tendencias orientadas hacia lo antiguo y hacia la reivindicación de lo que hace unos años podía ser anticuado, pero ahora es de última moda. Por estos tiempos arrebatados en que las corrientes lo permean todo con suma facilidad, he notado que la encantadora tradición de nombrar a los hijos, está siendo arrastrada por esta ola tremebunda que amenaza con convertir a todos los muchachitos en la vanguardia nominal del futuro.
El acercamiento pedagógico a los niños nacidos desde mitad de la década de los 90 hacia acá, me ha permitido notar que la mayoría de ellos se llaman “Martín” o “Tomás”, y la mayoría de ellas se llaman “Antonia” o “Amanda”.
Tal parece que está muy en boga buscar una delicada hibridación en los nombres, que no permita descifrar al leerlo, si se está hablando de una niña de 5 años o una mujer de 58 o 60. Así, encontramos con facilidad “Matildes” y “Jacobos” mucho más que las “Ana Marías”, “Lauras”, “Dianas” y “Natalias” que invadieron nuestra época.
Si no lo tiene claro, este breve instructivo lo puede llevar a hallar un nombre ideal si está pensando en engendrar en esta época, en la que, dicho sea de paso, estar fuera de la vanguardia podría ser un perfecto sacrilegio.
  1.    Empiece por hallar un nombre con el que haya sido bautizado alguien de una o dos generaciones anteriores a la suya. Una tía abuela o algún viejo amigo de la familia puede prestarse bastante bien para el experimento. (Tenga en cuenta que debe haber nacido antes de 1950). En esta categoría encontramos Jeremías, Emmas, Jerónimos, Agustinas, Benjamines, Amelias, Joaquines y otros de su orden. 
  2.    Si el fruto de su amor es un varón, ubique un nombre femenino y transfigúrelo al género que se requiere: de este modo Eugenia se convierte en Eugenio, bastante funcional para lo que queremos, y asimismo Víctor se convierte en Victoria que también surte un efecto muy favorable para objeto de nuestra búsqueda. De esta misma manera, construimos el muy innovador Antonia, el imponente Francisca y el muy exquisito Valentín.           *En este apartado, casos como Emilio y EmiliaLuciano y LucianaSimón y SimonaSalomón y SaloméMartín y Martina, permiten una doble connotación igualmente válida y atractiva.
  3.    Olvide por completo y para siempre, la vulgar costumbre de combinar dos nombres: Ni se le ocurra pensar en Juan Sebastián o Andrés Felipe, que eso está ya mandado a recoger. Con Isabel o Matías a secas, es mucho más que suficiente.
  4.    Por último, tenga en cuenta su círculo social más cercano. Un elemento fundamental de la vanguardia estilística, consiste en ser sui generis (único en su género). De modo que si su prima o alguno de sus amigos del colegio ya bautizó Gabriel a su retoño, mejor opte por Irene, así (por obvias razones), no cargará con el pesado lastre de criar un hijo mainstream

lunes, 13 de abril de 2015

Contratiempo


Para ser un miércoles, la mañana no había empezado tan fría, sin embargo soplaba una ventisca que se podía colar por entre una rendija de la ventana. Era más bien un hueco que ya se creía rendija de tanto tiempo que había estado allí: una brecha amplia sobre el vidrio, con una forma que delataba el golpe contundente hace varios años. La ventana tenía un marco de aluminio oxidado en los bordes, como si las gotas de lluvia hubieran entrado con frecuencia a corroer el metal y a pasar un rato para resguardarse de la tormenta. Allí en los bordes, el plateado y el marrón hacían un contraste sórdido y decadente. Ya era tarde para que alguien llegara a la clase de gramática, había corrido casi una hora desde la llegada del profesor, la puerta de madera astillada permanecía cerrada e inerte. 
De pronto se oyó crujir la madera, un golpeteo ligero y constante irrumpió la charla sobre la adjetivación correcta, el profesor negó con la cabeza y continuó con la cátedra. Caminaba de un lado a otro del proscenio al charlar, pisando primero talón luego punta sobre el tramado rojizo de cuadros en el suelo de placa cerámica. Tenía unos zapatos brillantes de charol negro que chocaba fuerte con los cordones blancos y con la charla sobre la lengua de los conquistadores. De pronto, el golpeteo regresó insistente, era un sonido débil, esta vez más lento y desganado.
-Ya es tarde, ¡regrese la próxima semana!- gritó el profesor.

Silencio. 
La clase permaneció expectante pues había quedado en punta, encerrado en la boca enmudecida del profesor, el misterio de la puntuación en citas textuales. El golpeteo apareció de nuevo, más sutil, casi imperceptible. Airado y con el ceño fruncido, el profesor caminó hasta la puerta, primero talón luego punta sobre el tramado rojo del suelo cerámico. Abrió con un crujir de madera envejecida y allí estaba Carrizo, sostenido en pie con dificultad y recostado sobre el marco enmohecido. Tenía un brazo, el otro no, la media manga rasgada de la camisa estaba impregnada en sangre púrpura y goteaba resignada. Desde la mitad del antebrazo derecho, un muñón en carne viva delataba la ausencia de su extremidad. La espera había generado un charco brillante de sangre aún caliente en el suelo, que ya en aquel punto, por ser fuera del salón, no era un tramado rojo de piso cerámico. Los ojos entrecerrados de Carrizo se elevaron y mostró un semblante pálido de mareo como antecediendo un desmayo.
-Disculpe que llegue tarde profesor- dijo con voz entrecortada -tuve un contratiempo-.














Nicolás Cuervo Rincón