jueves, 27 de marzo de 2014

LA REIVINDICACIÓN DEL PASTOR

El pastor es un rapsoda vapuleado, es un histrión pisoteado, un poeta subestimado y un potencial dramaturgo castigado por la infame incredulidad de un pueblo mendigo y despiadado.
Es cierto que el pastor no trae ningún mensaje del mesías, ni conoce el camino directo a la salvación celestial, es cierto que el pastor profesa fantasiosas ficciones de su delirio mercantil, y que cobra su show con desmesura...

Pero es un actor, y el actor debe ser reivindicado: el pastor es simplemente, el mejor pagado de los actores.
No es un estafador, no, ni un pícaro. Él cobra su puesta en escena, su sacrificio en las tablas, las horas invertidas en su entrenamiento: interminables jornadas parado frente a un espejo, intentando plasmar en su rostro la verosimilitud de un carácter, interiorizando su personaje, escribiendo textos contundentes para sustentar su monería, escogiendo las mejores palabras para construir su comedia.

No se le subestime, páguesele el diezmo. Que la farsa, decían los griegos, también es un arte.