jueves, 30 de agosto de 2012

LAS OTRAS MAFIAS


Ayer fui a ver “La Lectora”, de Riccardo Gabrielli. Salí satisfecho de la sala.
No quiero decir con eso, que sea la mejor película producto de la actual camada cinematográfica de este país, ni tampoco una de las mejores. Pero salí satisfecho.

Para estudiarla con calma, habría que escribir un capítulo aislado donde desglosara elementos interesantes y otros no tanto, que logré rescatar de esta cinta, pero hoy no quiero hablar de eso.

Lo que encuentro gratificante del film, es la sensación de esperanza con la que salí del multiplex.
Asistimos por estos días, a una bonanza cinematográfica (no hablo en términos narrativos ni artísticos, lo hago en términos exclusivamente de producción) en la que por primera vez, haciendo una cuenta ligera, tenemos al menos cinco películas colombianas siendo exhibidas en cartelera nacional simultáneamente. Empieza a crecer la industria.
Todo esto se debe a las crecientes posibilidades de producción que se han generado por estos días con las legislaciones cinematográficas, la globalización y el acceso a los medios audiovisuales cada vez más cercano. Quede claro, que hasta este punto no menciono bondades artísticas ni del lenguaje cinematográfico, que nuestro cine haya descubierto con esta ola.

Mi lectura es sencilla: Hay que tener cuidado con la creciente industria fílmica del país: no de mucho producir se produce más hermoso.  

La “cinematografización” (lindo término de mi propia cosecha) de la ligera telenovela costumbrista colombiana, ha hecho que un alto porcentaje de nuestro cine, se vea invadido por producciones básicas que arrancan risas a un público malcriado frente a las pantallas de sus televisores. Pero no echemos la culpa a la audiencia que no tienen ellos la obligación de ver cine intelectualoide. La culpa es nuestra por no hacer propuestas interesantes.

Desde hace tiempos he sido amante de las películas que retratan la maldad humana, la malicia encarnada en las almas, la canallada, el crimen y las mafias.
Resulta ser que nuestras mafias (evidentemente) tienden a ser guerrilleros, militares y paramilitares. No lo cuestiono… cómo no relatar nuestras historias nacionales. Pero empezamos a inmunizarnos ante las emociones que nos generan estos pérfidos soldados corruptos, estos manidos guerrilleros insensibles que vemos en numerosos filmes. En cambio rescato con fanfarrias, aquellas películas en que logramos plantear otros universos macabros, otras mafias diferentes, mafias universales.

Me doy a la retrospectiva y me encuentro con el recuerdo de Perro Come Perro y lo encantadora que me pareció la posibilidad de imaginar gánsters diferentes, que aunque viven en el corazón de una Cali sofocante y sórdida, no son narcos ni guerrilleros. Ayer sentí lo mismo. Con un montaje y una estructura narrativa bien construída, La Lectora nos deja ver una historia en que un manojo de malhechores de putrefacta proveniencia, luchan por un maletín que luego de varios puntos de giro, no logramos definir qué contiene. Malos de película que recuerdan las mafias del Chicago en los 50 sin salirse del contexto Bogotano, sin verse ridículos ni parecer peces en una jaula para leones.

Suelten amarras señores, ¡no me joda!. La mente humana es muy oscura, maliciosa y perturbadora, pero por lo mismo puede concebir historias deliciosas y verdaderos mafiosos de película.